29 may 2011

Día de Limpieza

Decenas de cajas llenaban el comedor con olor a cartón y polvo, la luz de la despensa ya estaba apagada y la puerta del patio cerrada. Marta miraba siempre al fondo, donde ya todo estaba obscuro y solo se veía el contorno de los objetos.
-A mamá le encantaban estas vajillas – decía, mientras acariciaba un plato de porcelana con el paño húmedo- No me la imagino en otra cocina.
-Después revisá esto. Acá hay varias cosas de cuando éramos chicos- le replicaba Oscar, algo indiferente.
Se veía reflejada en el plato. Ya estaba limpio. Pronto no quedaría mucho trabajo por hacer.
Tomó otra caja y empezó a guardar toda la ropa del armario. Oscar se acercaba, encendiendo un cigarrillo.
- ¿Ya terminaste con eso?
- Sí. Ayudame con la ropa.
Las sombras de la ventana parecían cada vez más difusas. Estaba anocheciendo.
- ¿Te acordás de estos zapatos?
- Sí, ¿no son los que te ponías siempre cuando jugabas a cocinar?
- Sí. Y mamá me retaba – Sonrió.
Pronto, casi no entraba luz por la reja de la puerta. Tardaron en notarlo. Encendieron la luz de la habitación.
- La casa ya se esta viniendo a pedazos ¿No la tendríamos que arreglar?
- Se va a vender – contestó Oscar, aún en su tono indiferente, pero que dejaba notar cierto temblor, cierta melancolía, que Marta, su hermana, reconocía muy bien. Cada vez la casa parecía estar más llena de recuerdos. No los podían evitar.
- A mamá nunca le gustó Perón – recordaba Marta.
- No. Por eso discutían todo el tiempo con papá.
- Y se terminaban haciendo chistes - cada vez sus sonrisas se fijaban de un modo mas triste en su rostro.
- Ahí esta el retrato de Evita todavía – Marta se levantó, y luego de limpiarlo, guardó el retrato en una caja.
El llanto atacó a Oscar, mientras veía un libro de cuentos de cuando era chico. Marta fue a abrazarlo.
Pronto se hizo tarde, y todavía quedaban muchas cosas por guardar. Oscar se secó las lágrimas, y cerró las últimas cajas que habían llenado.
- Bueno, mañana seguiremos.
- Sí, hay que terminar de ordenar.
Al fin se iban, de esa casa, que tantos meses parecía esperar, a terminar sus días. Las cortinas siempre abiertas, como esos ojos, que están ansiosos por cerrarse y no abrirse nunca más.


J. L. M.

2 comentarios:

FPML dijo...

Desde la primera vez que leí este cuento, siempre me gustó mucho. Y hay un fragmento del diálogo -ya sabrás cuál- que me causa mucha gracia, a pesar de haberlo releído varias veces. Pero más allá de mi evidente subjetivismo y mi trato familiar, debo acotar que es un cuento que, a pesar de lo costumbrista (en el sentido francés del término, aunque el mismo tomado con superficialidad), no es cae en la banalidad ni grasitud argentina que tan a menudo desborda los relatos de los "narradores" contemporáneos compatriotas; sino que se sirve de algunos aspectos propios de la argentinidad reciente para hacer la historia un tanto más cálida y realista, lo cual logra un efecto de emoción nostálgica hacia el final. Aunque debo reconocer que la imagen de los ojos que no quieren abrirse nunca más está hasta el hartazgo empleada en toda la literatura. Sin embargo, no desentona con el relato, y se suma al mismo cerrándolo con bella armonía.

C.E dijo...

Uh, ¿es reescritura de Casa Tomada? Es muy teoría del iceberg (Hemingway) Me quedo con ganas de un poquito más de datos

Beso